septiembre 19, 2017

Pascual

El camino desde Cajamarca hasta Chuco, en la provincia de San Marcos, nos tomó unas tres horas; así llegamos con Alfredo a la casa de doña Juana y Pascual Sánchez. El trayecto estuvo lleno de entusiasmo y tonadas con sabor a verde, montañas, sembrados, siemprevivas y quindecitos.
Cuando llegamos, luego de saludar a doña Juana, fuimos a buscar a la chacra a Pascualito. A lo lejos vimos su delgada silueta y su sombrero sanmarquino: recogía el trigo en compañía de su hijo Manuel, coordinador y bibliotecario.
Sus pasos lentos pero firmes, su cabeza que bajaba para mirar su recorrido y luego se levantaba para dirigir sus ojos hacia nosotros, con esa generosa sonrisa de bienvenida.
Fue grandioso volver a ver al bondadoso y sabio Pascual. En esos momentos no es fácil contener la emoción, sellada con el saludo genuino y cariñoso de Pascual. Conmueve ver a dos grandes abrazarse con imperecedero afecto, ver juntos a los dos veteranos de este movimiento de libros, comuneros, círculos de lectura y familias. Da ganas de seguir leyendo, da ganas de ser chacarero, da ganas de ser bibliotecario y recorrer una y otra vez los campos de Cajamarca.
Fuimos a la casa y la magia continuó. Pascual nos contó cómo había sido su vínculo con los libros, con la lectura, con el conocimiento. Su padre iba con cierta regularidad a la botica, no a comprar medicinas, sino para adquirir libros que allí se vendían, libros para llevar a la casa. De allí que él y sus hermanos tenías provisiones para el alma. Nos contó que entre sus lecturas se encuentran libros como ‘Los pilares de la tierra’, la Biblia, Historia de Roma Antigua y ‘La historia de Carlomagno’, entre otros.
Con gran solvencia histórica, Pascualito nos relató los nombres e historias de varios reyes lombardos y carolingios de la época medieval europea. También nos explicó el proceso de la siembra del trigo, la papa, la lenteja, las habas, alfalfa y otros muchos sembrados que la tierrita nos ofrece; reiteró que no vende lo que brota de ella, pues son regalos que están para ser servidos en la alimentación de la familia, compartir con sus vecinos y su comunidad.
Luego, un rico almuerzo amenizado por el ritmo sonoro de la voz de Pascual: relatos de vida, experiencias, reflexiones hondas y actuales y mucha, mucha sabiduría.
¡Gracias Pascual, gracias Alfredo, gracias a los comuneros de la Red por ser, existir y persistir!

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